Frase de la semana

"Para que nada nos separe, que no nos una nada."

Pablo Neruda.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Stop Motion: Reubicaciones.


-White Castle (1x03). American Pickers.


Mick- Oh Dios mío, mira eso, el tío tiene un White Castle en su patio.

Frank- ¡Ah, mira eso! Es increíble.

Mick- Salido de la nada vimos un White Castle ¡Un White Castle!.

Frank- Fuera, en su granja, en mitad de ninguna parte.

[…]

Mick- Era el edificio de una hamburguesería. Toparte con eso en mitad de la granja de alguien. Yo estoy como: “¿Estoy viendo cosas?”.

Frank- Podemos ver un montón de edificios, una pequeña herrería…o sea, obviamente aquí estaba pasando algo ¿Sabes?

Mick- Era más como un museo.

Frank- Algo así sí, como un museo pero… nosotros encontramos y vemos muchas cosas en sitios así.

[…]

Mick- ¿Qué hace uno para adquirir un edificio White Castle? ¿Cómo consigues cosas así?

Propietario- White Castle comenzó a hacer ofertas de venta en el periódico, así que llamé a White Castle y ellos lo trasladaron el domingo de madrugada, a las cuatro en punto de la madrugada, y dejaron esta cosa aquí.

Mick- La White Castle tiene que estar para mí en lo más alto del top de cosas insólitas que alguien tiene en su patio.

[…]

Propietario- El resto de edificios los trasladamos nosotros mismos. Trasladamos la herrería primero y la iglesia, también la tienda.

Mick- Este tío tenía una herrería, tenía una estación de tren, tenía una iglesia, tenía una gasolinera y una tienda […]Él solía comprar allí en los 40’ era como un recuerdo de su infancia y ahora le pertenecía.





Ahora he iniciado un nuevo proyecto que al final hará que todo esto parezca un juego de niños. –El hombre calló un momento, acercó una cerilla al cigarro apagado y luego dio varias caladas hasta que su cara estuvo envuelta en humo–. El año pasado Willie y yo hicimos un viaje a Inglaterra e Irlanda. No hemos viajado mucho, lamento decirlo, y esa breve visión de la vida en el extranjero nos proporcionó un enorme placer. Lo mejor fue descubrir cuántas cosas antiguas hay en esa parte del mundo. Nosotros los norteamericanos estamos siempre demoliendo lo que construimos, destruyendo el pasado para empezar de nuevo, precipitándonos de cabeza hacia el futuro. Pero nuestros primos del otro lado del charco le tienen más cariño a su historia, les consuela saber que pertenecen a una tradición, a antiquísimos hábitos y costumbres. No les aburriré extendiéndome sobre mi amor al pasado. No tienen más que mirar a su alrededor para saber cuánto significa para mí. Mientras estaba allí con Willie, visitando los lugares y los monumentos antiguos, se me ocurrió que tenía la oportunidad de hacer algo en grande. Estábamos en el oeste de Irlanda y un día, cuando íbamos en coche por la campiña, vimos un castillo del siglo XV. No era más que un montón de piedras, en realidad, que se alzaba abandonado en un pequeño valle, con un aspecto tan triste y desamparado que mi corazón se prendó de él. Para abreviar una larga historia, decidí comprarlo y traérmelo a Estados Unidos. Eso llevó algún tiempo, naturalmente. El dueño era un vejete de nombre Muldoon, Lord Patrick Muldoon, y, como es natural, se resistía a vender. Fue necesaria cierta persuasión por mi parte, pero el dinero manda, como se suele decir, y al final conseguí lo que quería. Las piedras del castillo fueron cargadas en camiones y transportadas hasta un barco en Cork. Luego cruzaron el océano, las cargaron otra vez en camiones y nos las trajeron a nuestra finquita en los bosques de Pennsylvania. Fantástico, ¿no? La operación costó un buen puñado de billetes, se lo aseguro, pero ¿qué se podía esperar? Había más de diez mil piedras y ya pueden imaginarse lo que pesaba esa clase de carga. Pero ¿por qué preocuparse cuando el dinero no es un obstáculo? El castillo llegó hace menos de un mes, y mientras estamos aquí hablando, está en esta finca, en un prado en el extremo norte de nuestras tierras. Imagínense, caballeros. Un castillo irlandés del siglo XV derruido por Oliver Cromwell. Una ruina histórica del mayor interés, y es propiedad de Willie y mía.

–No estarán pensando en reconstruirlo, ¿verdad? –preguntó Nashe.
Por alguna razón, la idea le parecía grotesca. En lugar de imaginarse el castillo, veía la encorvada figura del viejo Lord Muldoon, rindiéndose con fatiga al trabuco de la fortuna de Flower.

–Willie y yo lo pensamos –contestó Flower–, pero finalmente desechamos la idea por ser poco práctica. Faltan demasiadas piezas.

–Una mezcolanza –dijo Stone–. Para reconstruirlo tendríamos que mezclar nuevos materiales con los viejos. Y eso seria un contrasentido.

–Así que tienen diez mil piedras puestas en un prado –dijo Nashe– y no saben qué hacer con ellas.

–Ya no es así –respondió Flower–. Sabemos exactamente lo que vamos a hacer con ellas. ¿Verdad, Willie?

–Desde luego –afirmó Stone, sonriendo repentinamente con alegría–. Vamos a construir un muro.

–Un monumento, para ser más precisos –dijo Flower–. Un monumento en forma de muro.

–Qué fascinante –comentó Pozzi, su voz rezumando untuoso desprecio–. Me muero de ganas de verlo.

-La Música del Azar. Paul Auster. 1990.






-Presa de Asuán.



Una de las grandes aventuras arqueológicas del S.XX que supuso un modelo de intervención que se repetiría en ocasiones posteriores. Todo comienza con una decisión del gobierno egipcio presidido por el presidente Nasser  en el año 56 que consiste en construir la gran presa de Asuán, una de las más asombrosas obras de ingeniería de la última centuria.


Dicha presa contiene un enorme lago con una extensión de unos 500 km. de longitud y con una media de anchura que oscila entre los 15 y 30 km. A la hora de plantear el proyecto el gobierno egipcio se impone como prioridad salvar los yacimientos arqueológicos que se perderían irremediablemente por la acción de las aguas del Nilo. Pero el gobierno egipcio no tenía dinero suficiente para llevar a cabo tal proyecto. La Unesco pidió colaboración a la hora de salvar los monumentos y posibles restos arqueológicos que de otra forma acabarían sepultados por las crecidas y desbordamientos del ya mencionado río.

La operación tuvo que venir acompañada de una serie de recompensas ya que el gobierno egipcio no era tan inocente como para pensar que el resto de países colaborarían por amor al arte (nunca mejor dicho), prometió entonces otorgar una parte (hasta el 50%) de los hallazgos que se descubrieran en esta intervención a los países que apoyaran la iniciativa.

Con las nuevas tecnologías desmontaron pieza a pieza algunos templos, auténticos colosos escultóricos, utilizando enormes grúas y gigantescas abrazaderas metálicas que fueron transportando fragmento a fragmento  estas construcciones hasta un lugar cercano (En un ámbito geográfico lo más cercano posible). El traslado más popular  (incluso La BBC se personó allí) fue el de los templos rupestres de El gran y El pequeño Speos de Abu Simbel. Consagrados por el gran faraón Ranmsés II.

El rescate de los templos que se encontraban en la isla de Filé sucedió prácticamente a la par que esta última intervención. Sus construcciones también estaban a pique de ser tragadas por las aguas que la rodeaban. Los templetes ya no permitían ni tan siquiera la visita turística. Se realiza entonces una operación similar donde, pieza a pieza, se van desmontando los elementos arquitectónicos y se reconstruyen, paso a paso, en un islote cercano (no en un promontorio artificial), la isla ya existía pero alcanzaba cotas mayores de elevación.

Allí se encuentran el Templo de Isis y el Templete de Trajano. Aunque ya no descansan en la isla original este nuevo enclave sigue conociéndose hoy día como "Isla de Filé". Los edificios se pudieron reconstruir con la misma disposición y distancia que en la isla original.


-Isla de Filé. Esquema de disposición de los edificios.

Juanjo Aguilar.

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