Frase de la semana

"Para que nada nos separe, que no nos una nada."

Pablo Neruda.

martes, 13 de agosto de 2013

Mi Cuaderno Negro: Ajedrez.


Esto es un tablero de ajedrez. Muchos lo conoceréis, quizá incluso hayáis jugado alguna partida. Este también es, aunque no lo crean, el modelo de nuestro mundo (El tablero) que nosotros (Las piezas) habitamos. 

Torres, caballos, alfiles, la reina y el rey componen la fila del tablero más resguardada de las piezas rivales, permanecen en la retaguardia mientras los peones (esos de perfil basto y sin rostro, sin personalidad) se exponen en la vanguardia protegiendo con sus efímeras vidas a todas las demás piezas que sí fueron talladas con más acierto.

Muchos hoy protestan contra el capitalismo y la desigualdad social, esas enfermedades que sufre esta sociedad que hace a los ricos más ricos y a los pobres aún más pobres. Yo aquí (En este lugar etéreo llamado "Red") y ahora (En este tiempo mío que también es el tuyo) propongo un primer paso para hacer la brecha un poco más corta entre la clase obrera y la clase capitalista, entre los que mandan y los mandados. Propongo comenzar con algo pequeño, casi imperceptible pero que puede, a la larga, crear esa consciencia social de la que tanto se ha hablado:

Propongo cambiar, sencillamente, la posición inicial de las fichas en el tablero de ajedrez, su número o incluso su forma.


I

Lo primero que se me viene a la cabeza es esto. Un modelo en el que los poderosos (Propietarios, gobernantes, ejército, policía...) sean los que nos protejan a nosotros, quizá de ellos mismos o tal vez de otros infortunios, pero que nos protejan, que se jueguen el cuello por el pueblo, que sea el pueblo quien termine lo que ellos empezaron y no al revés.


II

La segunda es aún, si cabe, más interesante. Poner a los peones nombre propio, saber a qué te atienes cuando mandas a tu pieza a la batalla. Crear conciencia en el jugador. Parece que cuando cae la reina se te viene abajo el mundo, pero cuando muere un peón, no tiene tanta importancia, al fin y al cabo aún te quedan siete de ellos. Es la promesa del ajedrez, (la de la sociedad al fin y al cabo) si tu peón (Digamos que Blanca) consigue atravesar las seis filas que le separan del anonimato llegará a ser alguien (Reina) y tendrá mayor libertad de movimiento, dejará de vivir su vida recta de caminos rectos y llena de personas rectas y actos rectos. Por desgracia habrá tenido que sufrir en el proceso la pérdida de muchos de sus compañeros: Manolo y Pepe, quizá Berto o Julian a manos de otros que, en otras circunstancias, habrían sido tan buenos amigos y/o compañeros como María o Matías.


III

La tercera no es más que una prolongación de la segunda. Consiste en la descontextualización del papel del peón y de los reyes y las reinas. En esta situación irreal (Dado que siempre habrá más peones que reyes y reinas) los peones parecen tener una importancia mayor, no hay más de cuatro en el tablero, dos por reino, y sus majestades sin duda saben que a la larga no son nadie sin ellos. Imaginaos el caos que se generaría con esta disposición del tablero, un eterno jaque mate desde el inicio.


IV

Con todo siempre habrá personas que se escuden detrás de sus gobernantes, que no quieran jugar ningún papel importante en el tablero.

-¡El de la cruz tiene la culpa!
+¡Qué cruz de reino!
*¡Con este merluzo de gobernante no somos nadie!

Gritan. Mientras, los reyes se tiran los trastos. Y el pueblo observa la contienda:




Con esa pasión morbosa tan recurrente hoy por ver, desde la comodidad del sofá, cómo otros se tiran los trastos. Muchos querrían que el tablero iniciara así, como este que os muestro aquí arriba. Pero eso es un tablero de circo, a mí, personalmente, me produce más vergüenza que otra cosa.


V

Y no nos engañemos. Salimos a la calle tras esos a los que llaman "El Poder", esos superheroes con sus promesas y su lengua de oro que nos prometen el reino de los cielos, el tablero perfecto. Algunos prometen que no habrá distinciones entre casillas, otros que todas acabarán siendo blancas, o negras. Prometen tanto que al final muchos pican el anzuelo. Así están las calles continuamente. Apenas se nos oye en realidad. Aunque nos cueste admitirlo la realidad es esta:



Nos quieren así, tal cual. A ellos les conviene y lo enmascaran moviendo un poco las piezas del tablero pero con esta idea en la cabeza. Es triste, sé de mala gana que el tablero, a pesar de todo, seguirá como hasta ahora: En la Vanguardia los que sudan, los que se matan por su pueblo, en la retaguardia los que menos mueven se acomodan y ven desde la distancia como nos linchamos unos a otros esperando en su mansión que algo se tuerza demasiado para, entonces, hacer un enroque.




Juanjo Aguilar.


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