Frase de la semana

"Para que nada nos separe, que no nos una nada."

Pablo Neruda.

viernes, 22 de marzo de 2013

Mi Cuaderno Negro: El Barquero y el Álamo Blanco.




El Barquero y el Álamo Blanco.

La historia que voy a contarte tiene lugar allá donde el tiempo dejó de tener sentido hace mucho tiempo, donde el "dónde" es tan relativo que no existen "dóndes".

Cerca de un río, tan celeste como el cenit que se refleja en él, vivía un hombre viejo de ropajes extraños (extravagantes incluso) en una casa de la más basta madera. Un único espacio recogía todas las funciones del hogar, y aquí, allá y acullá, montones de ropa vieja de muchas formas y colores parecían emerger del suelo (También de madera basta).

El viejo hacía tiempo que olvidó su nombre, por tanto, como comprenderás, me es imposible facilitártelo. De lo que no se olvidó fue de su oficio: Era Barquero.
Todos los días muchas personas se agolpaban en su muelle para cruzar al otro lado del río (Ya sabes, aquel tan celeste como el cenit que se refleja en él). Hombres fornidos de esplendor geométrico, mujeres hermosas de curvas sinuosas, viejos sin pelo, jóvenes con demasiado pelo...todos ellos pretendían pasar al otro lado, aunque pocos conocían las virtudes del paraje que se escondía allá al otro lado del río.

"Las oficinas de turismo parecen no darle mayor importancia"Se dicen.

Pero el Viejo Barquero les revelaba, siempre desde su subjetividad, la maravilla que crecía en la otra orilla.

-Es el Álamo Blanco, el abuelo de todos los árboles de este y los otros universos. Su alma se escapa de su resina, sus hojas castañetean con la suave brisa primaveral, cantando las tonadas más hermosas que jamás hayas oído...

Y así los mantiene embobados durante toda la travesía el Viejo Barquero.

Un cartel en la orilla de partida recita el pago que ha de recibir el anciano por su noble servicio:

"Una prenda por pasajero". - En letras también de un azul celeste casi blanco.

Un día una silueta se desdibujó en el camino. El Barquero giró su talle, era un niño pequeño, vestía un camisón de lino también blanco e iba descalzo. Este se paró frente al viejo hombre de ropas deshilachadas y lo miró con sus ojos azul celeste.

-¿Quieres...embarcar? - Preguntó el anciano.
-¿Por qué debería?
-Al otro lado...se encuentra el Álamo Blanco con sus hermosas hojas bicolor, sus susurros vespertino, sus miradas silenciosas...
-¿Es bonito?- Interrumpió el niño.
-Es el más bello árbol que jamás he visto.

Era esto verdad, no mentía el Viejo Barquero, aunque también era cierto que era el único árbol que había podido ver pues como cierto minero de otra historia también se había quedado ciego.

El niño sonrió y montó en la barcaza (También de la madera más basta).
El barquero comenzó a navegar siguiendo el mismo itinerario de siempre.

-En cuanto a lo del cartel...no hace falta que me pagues todavía, hace frío, ya lo harás cuando lleguemos.

El niño asintió y el Barquero volvió a sus divagaciones sobre el Álamo Blanco, recuerdos de su visión previa a su repentina ceguera. Al cabo de un rato la barcaza tomó tierra, el niño se bajó de ella y observo el espectáculo más bello que jamás había visto, realmente era hermoso el Álamo Blanco, realmente eran melódicas las canciones que entonaban sus hojas bicolor. El Barquero dijo al niño que conservara su camisón, sabía que era su única posesión y no quería separarlo de ella. Pero el pequeño humano...

-Este es su trabajo. Este es su pago. No soy distinto de sus otros clientes.

El niño desnudo caminó hacia el árbol, extendió su mano y la retiró antes de tocar su nívea corteza pues un escalofrío sacudió su cuerpo.

Se oyó la voz del anciano mientras embarcaba de nuevo hacia la primera orilla.

-No tengas miedo, allá donde vas no existen ogros, demonios o seres de pesadilla, allá donde vas no necesitarás ropas ni ojos ni piernas...allá donde vas espero que logres ser feliz.

Se esboza una sonrisa diminuta.

Una mano roza la corteza marmórea del Álamo Blanco.

Suena un sonido agudo y continuo en una sala también de color mármol.

Se pronuncia un "lo siento".


Juanjo Aguilar.

Licencia Creative Commons
El barquero y el álamo blanco por Juan José Aguilar se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

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