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- Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Rayo de metal crispado
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.
Miguel Hernández. El Rayo Que No Cesa.
Hay poesía en lo violento.
De lo violento se extraen sentimientos locos, parsimoniosos, lentos...
La vida como Esperpento, como hálito de unos pocos, como cimientos de otros tantos.
El amor como sacudida insumisa, como libertad compartida.
El amor como punto de partida.
El rayo que no cesa, que retorna, que se torna caramelo,
que retoma los senderos de unos ojos sin velos.
El rayo como sentimiento puro, hiriente;
La vida como rayo, como amores diligentes.
De lo violento se extraen noches de momentos infinitamente complejos...
Hay poesía en lo violento.
Juanjo Aguilar.
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