"You laugh now, wait till you get home."
Te ries ahora, espera hasta que llegues a casa.
Curioso y macabro. Sonreí.
Al terminar la cena nos sirvieron como cortesía una oportuna galleta de la suerte. La partí en dos y la saboreé para después, supongo, digerirla. En su interior otro papel rezaba:
"You will soon achieve perfection"
Pronto alcanzarás la perfección.
Doblemente macabro, doblemente curioso. Esa noche apenas pegué ojo, no solo porque me tocaba dormir en el sofá cama con su arquitectura de muelles azarosos y me abrazaba ese calor de invernadero que proporcionan las cerradas ventanas de guillotina de nuestra habitación, tuvo algo que ver también con esa noche de insomnio que mi cabeza le dara vueltas a la idea del explosivo, la metralla que segó la vida de tres estadounidenses en Boston y que podría habérmela segado a mí o uno de mis compañeros de piso, o quizá a todos nosotros en un supuesto atentado en Nueva York, la capital del Mundo. Escribí entonces:
El corazón se encoje,
del pueblo americano
mueren tres pelícanos.
En mi apartamento se prolongan tres sombras,
las de mis compañeros de viaje,
en la calle se oyen las mismas notas;
sigue enredada en la maleta mi equipaje.
Fe de estiaje
desde el Empire State.
Aumenta la seguridad en las puertas,
en las calles,
pero en el Dunkin´ Donuts
sigo pidiendo caras sonrientes
-y un Ice Coffee
por favor.
La misma vuelta,
la misma pajita erecta
que penetra el plástico
[Fe de sectas]
El explosivo plástico (También),
el pájaro estático
que derrama un café.
La metralla.
El cigarro de después.
Hoy me encuentro con esta imagen en el periódico virtual "El País":
Quizá tuve suerte. Quizá se equivocaron las galletas. Quizá se equivoco el hombre en elegir el bando. Quizá debió elegir la paz y no la guerra.
Solo se que estoy vivo, sano y con más ganas de vivir que nunca.
He dicho.
Juanjo Aguilar
Galletas de la suerte por Juan José Aguilar se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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