Frase de la semana

"Para que nada nos separe, que no nos una nada."

Pablo Neruda.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Mi Cuaderno Negro: Huellas.


"Di: Él es Dios, el Uno; Dios el Eterno; Él no ha engendrado ni ha sido engendrado; y no existe nada comparable a Él."

-Corán (112).



-Interior de la Cúpula de la Roca (Jerusalén).

Parece obvio que aquella roca que emerge en la explanada es tomada como una suerte de ónfalo. El edificio se desenvuelve en derredor a ella, parece surgir de ella y no para ella como en realidad sucede. Dice la tradición que El Profeta, Mahoma, en un episodio místico de ascensión, un viaje nocturno y elevado, se reuniría con Alá en los cielos partiendo desde esa misma roca siendo acompañado por el arcángel San Gabriel. Así que tenemos tres protagonistas: Mahoma, La Roca que duerme en la explanada de Jerusalén y la huella que El Profeta estampó sobre ella.


-Interior de la Capilla de la ascensión (Jerusalén).

Unos 850 metros hacia el este de donde se encuentra la Cúpula de la Roca la así llamada Capilla de la Ascensión contempla la explanada desde lo más alto del famoso Monte de los Olivos. El hecho curioso es que en una pequeña capilla interior se halla otra Roca delimitada por un rectángulo de piedra que bien podría recordar a alguna antigua caja de arena en la que los niños Jerosolimitanos pasarían las horas muertas jugando. Pero no hay arena, sino esa Roca de la que hablamos y en la que según la tradición, otro personaje, esta vez Jesucristo, dejaría la impronta de su pie en ella, curiosamente también al producirse su ascensión a los cielos. Lo que desconozco es si para llegar hasta Dios, su Padre, también recibió la ayuda del Arcángel San Gabriel o lo hizo él solito.


-El Kaaba y la huella de Abraham.

Podríamos ir un poco más lejos de allí para encontrar una coincidencia similar. El viaje esta vez es de 2.000 Km y nos lleva hasta La Meca. Allí, cerca de un cubo en apariencia perfecto de granito negro (el Kaaba), la huella del primero de los patriarcas del pueblo de Israel es admirada por una multitud de curiosos.

Esta última huella a pesar de no protagonizar un episodio de ascensión, me parece de vital importancia ya que las dos primeras, las de los profetas, fueron un rastro casual, una marca generada por el azar. La de Abraham fue un acto consciente y artificioso. Dice la biblia que en aquel episodio también se encontraba el Ángel Gabriel, quizá otra de las tantas relaciones entre las dos religiones.

La huella que aquella noche se fraguó a unos 9.000 kilómetros de Jerusalén (y digo fraguó porque el hormigón aún no lo había hecho cuando la bala calibre .38 le atravesó el cráneo) en una nocturna Nueva York de esas con humo surgiendo de las alcantarillas no era ni de un profeta ni de un patriarca, pero sí de un musulmán. El cuerpo de Yâzid yacía cuan largo era sobre aquel callejón y su huella, la impronta de unas New Balance 574, era la última nota de esperanza que dejó en el mundo antes de partir.

El cristiano no practicante que empuñaba el revólver se largó de allí lo antes que pudo. Quién sabe si el alma inmortal de aquel cuerpo claramente mortal iría ahora rumbo al paraíso cristiano o musulmán, a Levi tampoco le importaba aquello demasiado, solo tenía claro hacia dónde le llevarían sus propias Huellas: directo a casa.



Juanjo Aguilar.


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