Gafas sin cristales sobre mi mesa
y sobre la silla un deshecho
de persona o intento de ella
que reposa con cautela en su despacho.
Y reposa con cautela porque
siempre acechando
la muerte pretende saldar cuentas
y permanece,
siempre constante
esperando tras mi puerta.
Y suena el temido timbre
que tintinea jocoso:
Ding-Dong
-La muerte de nuevo llamó...
Y me arrebujo en un rincón
muy callado
silenciando sepulcralmente la habitación.
Juanjo Aguilar
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